miércoles, 2 de febrero de 2011

Cómo conocí a Soledad...


Ayer iba andando por la calle, viendo el cielo plomizo del cual caían ligeras gotas de lluvia. Procuraba apresurarme, no me quería mojar. Pero algo llamó mi atención. En medio de un cruce vi a una chica. A juzgar por su aspecto tendría mi edad, y estaba mirando el cielo dejándose empapar.
 De repente, pasó un coche y aunque pitó no logró que ella se apartase. Pasó un segundo vehículo y ella permanecía quieta. "¿Pero qué la pasa?"; pensé. "¿No ve que la pueden atropellar?";. En seguida crucé la calle y sin preguntarla la agarré y la dirigí hacia la acera. Cuando estuvimos a salvo la pregunté:

- Oye, ¿por qué te has puesto ahí en medio?

Mientras esperaba una respuesta, me fijé en sus rasgos. Era pálida como la nieve, lucía largas pestañas, sus ojos eran grandes, pero a pesar de eso sus párpados estaban caídos, llenando su cara de tristeza. Tenía las manos delicadas, y yo me preguntaba cómo ella no se habría hecho pedazos cuando la arrastré hacia allí, pues parecía que si la tocabas se rompería. Ella contestó:

-Esperaba mi muerte.

Horrorizada me atreví a preguntar porqué. En mi cabeza no cabía que un ser tan peculiar quisiera morir.

-La vida me muestra su peor cara - me dijo de pronto.- Me gustaría haber ido a un lugar mejor, hoy había quedado en ello. Y tú...tú me has estropeado el plan.

-Pero, ¿por qué quieres morir? ¿Tan mal lo has pasado?- pregunté.

-¿Y me lo preguntas tú, Ángela?

Sabía mi nombre. Eso me asustaba, yo nunca la había visto y sólo supe balbucear un: "¿nos conocemos".

- Vaya, qué rápido me has olvidado.

-Perdón. Es que no... no caigo.

- ¿Tú sabes lo que es la soledad?- me preguntó, cambiando su cara melancólica por una de intriga.

- La idea la tengo. ¿Por qué me lo preguntas?

- Porque es lo que me hace querer irme de aquí. Y tú deberías venir conmigo.

- Pero, eso es estar juntas. Si te quedas aquí también podemos estar juntas sin morir. - espeté intentando hacerla cambiar de opinión.

- Parte de tu soledad viene de no haberme hecho caso desde hace mucho tiempo.- me recriminó mirándome fijamente.

- ¡Yo no estoy sola!- repliqué al momento.- ¡Nunca hemos hablado y no me conoces!

- Eso es porque tú nunca me has querido escuchar.

Tenía miedo. No sabía qué hacer.

- ¿Qué está sucediendo?- pregunté mientras mi voz temblaba.

- No hagas esto más difícil, Ángela. Mírame y dime que vendrás conmigo.

 La miré. Esperaba mi respuesta con sus ojos tristes, como si la hubiese hecho algo alguna vez y yo no lo recordara. De pronto, una mueca de horror se dibujó en mi cara no podía creer lo que veía. Eso no era posible. Aquella muchacha pálida de rostro nostálgico era yo.

 Me tendió la mano. Me prometió un mundo mejor. Toqué su mano y justo en ese momento se hizo un resplandor. Noté en mis dedos como si mil cuchillo se me clavaran, y también un líquido tibio. Cuando la luz se fue atenuando comprobé que se trataba de sangre. De repente todo se oscureció. Cuando desperté me hallé tendida en el suelo con los dedos ensangrentados. Un susurro del viento me dijo: gracias por otra oportunidad...

 Aún tengo las cicatrices en mis dedos desde aquel día. Aquel en el que mi alma por fin se fusionó a mi cuerpo. Aquel en el que jamás me volví a sentir sola...

“Si te sientes solo, que sepas que el mundo puede ser un sitio solitario, pero sería más solitario sin ti en él.- Hayley Williams de Paramore

1 comentario:

  1. Wow! Realmente me ha gustado mucho.

    Describes un estado que me resulta bastante familiar, quizás debería de intentar lo mismo que tú.

    Ya llevaba tiempo deseando leer algo tuyo jajaja

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